lunes, 14 de diciembre de 2009

De locura y aceptación

El director y guionista James Gray (Dueños de la Noche, La Otra Cara del Crimen) ya es toda una realidad y su talento ha quedado más que demostrado a pesar de tener sólo cuatro filmes en su filmografía. Amantes (Two Lovers) es su más reciente filme y se encuentra en cartelera para hacernos ver que las cintas románticas no tienen que poseer esa melosidad a la que nos acostumbró Meg Ryan.
La trama se centra en el personaje de Leonard Kraditor (Joaquin Phoenix), un hombre judío que ha pasado los treinta años y vive con sus padres y trabaja en la tintoreria que es el negocio familiar. Tras sufrir el abandono de su prometida hace unos años, Leonard ha intentado suicidarse varias veces y áun tiene problemas emocionales. Sus padres quieren relacionarlo sentimentalmente con Sandra Cohen (Vinessa Shaw) una chica judía e hija del dueño de una tintorería que está a punto de comprar el negocio de la familia Kraditor. Todo parece ir en los planes convenidos hasta que se presenta Michelle Rausch (Gwyneth Paltrow), una asistente de un abogado y que es vecina de Leonard, él queda impactado al verla y se enamora de ella pero no todo será fácil.
Los aciertos del filme de Gray son varios, en primer lugar no trata de suavizar el drama o esconder el sufrimiento con una comedia ligera. No hay clichés y los personajes son complejos, dañados emocionalmente y con poco que perder, buscan encontrar la felicidad a sus vidas frustradas en una última luz que aparece ante ellos y desean aferrarse a ella, a esa esperanza de tener lo que siempre desearon. El amor también se plantea de una forma exquisita, la barrera que existe entre la amistad y una relación más seria, lo inevitable de que siempre alguien se entrega más y de que al parecer el amor no se vive si no hay un dolor que esté ímplicto, hay que sufrir para sentir. Si el amor llega de manera fácil parece que no sabe, nos enamoramos del desprecio, de lo que parece imposible pero creemos que puede tocarse.
Hay obsesiones, locura, personajes destrozados y bien delineados, que al mismo tiempo que están dispuestos a terminar con su vida, aún tienen un lado tierno que mostrar, por más que se esté en un pozo la esencia permanece para recordarnos que hay posibilidad de una sonrisa.
El guión que escribe Grey junto a Ric Menello es sencillo y no se esperan muchas sorpresas en el desarrollo de la trama, sin embargo hay altos momentos de tensión y de incertidumbre que lo hacen sólido. La fuerza del mismo radica en la complejidad de los personajes que agregan varios matices a la historia, un Leonard que ve en Michelle la posibilidad de rehacer su vida y de amar de nuevo, Michelle que encuentra en Leonard a un confidente en quien puede confiar pero no necesariamente al hombre que ama. El tema no es original pero la tensión de que la tragedia está cerca (planteada desde la primera secuencia) mantienen a este filme muy alejado del convencionalismo de los filmes románticos y lo hace oscuro, denso, camina por la orilla todo el tiempo con altas posibilidades de caer al precipicio. Hay varias escenas muy bien logradas, las miradas son fundamentales para comprender los sentimientos.
En el nivel actoral Joaquin Phoenix debería reconsiderar su decisión de abandonar la actuación para ser un cantante de hip hop, no dudo que tenga éxito en su nueva actividad, pero como actor es de lo mejor que hay en este momento. Lo demostró desde Gladiador (Ridley Scott), La Aldea (M. Night Shyamalan) lo tiene a él como único elemento rescatable o en Walk the Line (James Mangold) desarrolló a un delicioso Johnny Cash que quedará para la posteridad, por lo que su talento lejos de la pantalla es un desperdicio. Aquí se apodera del papel de Leonard, quien tiene una actitud infantil, obsesiva, a la vez oscura y tierna, atormentado por su pasado y casi entregado a dejarse morir en un mundo que no le ha entregado nada hasta que aparece una luz rubia en su camino que quizá pueda cambiarlo todo. La actitud corporal de Phoenix, sus gestos y la manera de pronunciar sus líneas lo hacen dueño de su papel, se lo ve en control todo el tiempo y nos olvidamos de sus otros personajes, logra que Leonard viva, lo hace memorable, uno más de nosotros. Por otra parte, Gwyneth Paltrow se anima a despojarse de su actitud de niña buena y tierna al interpretar a una Michelle atromentada y que no está nada bien a pesar de lo que refleje su interior, la chica es una caja de sorpresas, un tren que Leonard tratará de detener y llevarla hacia el rumbo de sus sueños. Paltrow lo hace bien, no al nivel de Shakespeare Enamorado (John Madden) en donde su actuación requería un mayor esfuerzo pero se consolida como una gran actriz que demuestra que tiene varios alcances.
Visualmente la cinta no ejecuta grandes secuencias y es limitada en presupuesto, se maneja la mayor parte en interiores y su aporte está en que los tonos oscuros dominan y no hay mucha luz como tampoco la hay en los personajes. Lo más aplaudible son las escenas en las que Leonard y Michelle conversan de departamento a departamento, cuando se miran a escondidas por la ventana o la admiración hacia la mujer desde lejos, esa cercanía que al mismo tiempo es una gran distancia, en ocasiones recuerda a la Ventana Indiscreta de Alfred Hitchcock.
El filme resulta entonces conmovedor, hay identificación con los personajes porque son problemáticos y están muy lejos de ser unos ganadores. El amor se presenta como es, con todas sus dificultades y la incapacidad de concretizar los deseos, la locura interna que se exacerba al intentar obtener la compañía de alguien más, nos demuestra que el otro no es más que una creación de ese ser prefecto que queremos, al final de cuentas el amor no es más que aprender a querer lo que está cerca, lo que se logra natural, sencillo, sin dramas, aprender a disfrutar aunque la verdadera felicidad esté en ese país de las cosas irrealizables.
CALIFICACIÓN: MUY BUENA.

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