miércoles, 28 de enero de 2009

Tallarines tiernos

La ternura cuando es manejada de forma correcta y sin caer en la manipulación suele ser irresistible para los espectadores en las salas de cine.
El Pequeño Tallarín (Noodle), producción israelí dirigida por Ayelet Menahemi, utiliza como principal arma la inocencia y ternura de un niño chino el cual queda en manos de una aeromoza israelí de nombre Miri, quien vive con su hermana y sobrina. Debido a que la mamá del pequeño y empleada doméstica de la aeromoza no vuelve por su hijo al ser regresada a China, Miri verá su vida cambiada en un instante con el objetivo de que el pequeño Noodle pueda reencontrarse con su madre.
Los aciertos del filme radican en hacernos encariñarnos con el personaje de Noodle gracias a una buena actuación del pequeño BaoQi Chen, somos testigos de cómo poco a poco la familia israelí, sobre todo Miri, logra enamorarse de un niño que ha quedado perdido en la incomunicación con una familia de otra cultura que es lo único que tiene en el mundo; conforme el pequeño extraño logra el afecto de esa nueva madre, al mismo tiempo va ganando la simpatía del espectador gracias a las dosis de ternura que lo hacen adorable.
Más allá de no ser una película que pretenda mostrar de manera cruda los problemas sociales y opta por un lado más amable, en el filme queda expuesto el tema de los trabajadores ilegales, la globalización de la pobreza, y la falta de comunicación entre culturas tan diferentes como la china y la israelí.
Otro gran acierto del filme es su sutileza, ya que al no sólo centrarse en la historia de Noodle, el guión aprovecha para adentrarnos a las vidas de Miri y de su hermana Gila, sus problemas amorosos, sus sufrimienos como mujeres, los miedos a los que se enfrentan, el pasado que las ha marcado, sobre todo a Miri, quien ha perdido dos maridos por los conflictos en su país, y el filme más que mostrarnos la situación de violencia, pone de manifiesto las huellas que ha dejado en sus habitantes, quienes conviven con el miedo a perder a sus seres queridos por lo que deben acostumbrarse al desapego y a los vacíos generados por la soledad.
Si el filme tiene fallas es que quizás algunas situaciones poco verosímiles ocurren en los minutos finales, sin embargo estos descuidos del guión no afectan su fortaleza que radica en trabajar de gran manera con emociones generadas por una maternidad negada, amores perdidos, relaciones fallidas, encontrar el valor cuando es difícil de hallar entre la tragedia del pasado.
El pequeño... nos hacer ver que las barreras de los idiomas pueden romperse con facilidad cuando el amor va creciendo, cuando se pueden dejar atrás los demonios del pasado para animarse a vivir de nuevo y emprender una misión alimentada con tallarines de inocencia y de ternura.



CALIFICACIÓN: BUENA




lunes, 26 de enero de 2009

Cero perdón

El cine argentino sigue mostrando en algunos de sus filmes que le será imposible borrar el pasado, ése en donde la dictadura militar dejó una gran herida marcada en la memoria de los que lograron sobrevivir a esta época.
Cordero de Dios (2008) dirigida por Lucía Cedrón nos muestra sin ser muy gráfica una parte de lo que significó para los jóvenes de los años setentas este periodo lleno de terror y torturas.
La trama se basa en un secuestro ocurrido en el 2002 (durante una de las mayores crisis de Argentina) a un hombre (Arturo) de alrededor de sesenta ó setenta años, su hija (Teresa) y nieta (Guillermina) tratarán de conseguir dinero para liberarlo, sin embargo lo importante es descubrir la historia que nos hace entender porqué Teresa odia a su padre y quizás preferiría verlo muerto antes que liberado.
Los aciertos de Cordero de Dios radican en reflejar la diferencia de ideologías de las tres generaciones, ya que muestra a los jóvenes de veinte años totalmente pragmáticos haciéndolos ver más parecidos a sus autoritarios abuelos que a sus propios padres, una generación única que pensó que podía cambiar al mundo y pelear por sus convicciones.
A través de flashbacks la historia narra la juventud de Teresa, la relación con su padre, su participación activa como opositora a la dictadura y todo lo que ésta le hizo perder, cómo cambió su vida para siempre.
El filme está bien estructurado, los silencios, los viajes al pasado, van conformando una historia que no es cruel pero para quienes fueron parte de ese momento les traerá malos recuerdos con tan sólo unos pequeños guiños de lo vivido durante la dictadura.
A nivel cinematográfico el bajo presupuesto no permite al filme grandes despligues, las actuaciones salvan a la cinta aunque tampoco son memorables, lo más importante en Cordero... es su guión, ya que sirve para confeccionar una historia en donde nos damos cuenta que en esta vida el perdón no siempre tiene cabida, por más lazos de sangre, por más que el tiempo parezca curar las heridas, hay huellas muy grandes que simplemente no podrán borrarse.
Quizás todo mundo merezca una oportunidad para ser perdonado, para arrepentirse de las atrocidades cometidas, sin embargo este filme nos enseña que hay personas que se merecen el rencor, la venganza, el odio, ya que durante toda su vida supieron sembrarlo.


CALIFICACIÓN: BUENA


miércoles, 21 de enero de 2009

Vaqueros sin fuerza

Tras terminar de ver Entre la Vida y la Muerte (Appaloosa), segunda película de Ed Harris como director, en la cual también actúa en uno de los roles principales, queda la sensación que cuatro grandes actores nos hubieran podido dar un filme memorable si el guión hubiera estado a nivel de ellos.
El comienzo de la cinta es interesante, nos plantea a dos pistoleros, impartidores de justicia interpretados por Ed Harris y Viggo Mortensen que llegan al pueblo de Appaloosa para liberarlo de la manos de Randall Bragg (interpretado por Jeremy Irons) quien se ha apoderado del lugar y no le importa eliminar a los comisarios que intentan imponerse en su camino, por lo que sólo la violencia y leyes implacables de los justicieros Virgil Cole y Everett Hitch (Harris y Mortensen respectivamente) será capaz de detener a Bragg.
En los primeros minutos del filme se nota que Harris aprendió de David Cronenberg el manejo de la violencia y en el humor negro que la rodea, sin embargo la trama no logra sostenerse mucho tiempo, se vuelve simple, monótona, ni siquiera el elemento femenino que aporta el personaje de Renée Zellweger como esposa poco fiel de Cole logra generar algo de interés.
La película transcurre lenta, con pocos motivos que emocionen al espectador, además que tampoco se aprovecha el gran reparto con el que se cuenta. Harris y Mortensen cruzan miradas y diálogos que sólo son una pizca de lo que pueden dar como actores, Irons está reducido a un forastero ambicioso y corrupto y tampoco despliega todo su potencial.
El filme trata de hacer hincapié en la amistad, en la justicia, en definir lo que está bien o mal, sin embargo no profundiza en estos temas y tampoco tiene secuencias de acción que emocionen a quienes esperan la diversión que promete el western. Este género ha regresado en los últimos años con filmes como El Asesinato de Jesse James (Andrew Dominik) o 3:10 Misión Peligrosa (James Mangold) y Entre la vida... no está al nivel de las anteriores, mucho menos del filme de Mangold, el mejor de los tres.
La violencia y el encanto de los personajes de Harris y Mortensen se va diluyendo conforme avanza la película, ya que no tienen un guión sólido en el cual sostenerse como actores y dejan de ser disfrutables pronto. La cinta termina cayéndose, la violencia y humor a lo Cronenberg prometida en las primeras escenas desaparece.
Harris sigue ejercitándose como director, Pollock fue un buen comienzo y con Appaloosa dio un mal paso al pensar que sólo con su reparto podía sostener un filme que se hunde en la intrascendencia al no contar con un guión memorable, no ahondar en los temas que plantea y desperdiciar cuatro pesos pesados de la actuación en una historia mediana y que se le olvidará fácilmente a los espectadores.
Es una lástima que Mortensen y Harris no hayan generado lo que lograron Russell Crowe y Christian Bale en 3:10 Mision Imposible, ya que esta última no basó su éxito en estas estrellas, estaba asentada en una buena historia, con emoción hasta el final y bajo la dirección de un experto como lo es Mangold.
No hay duda que hay vaqueros con fuerza, hay otros que simplemente se perderán en el polvo de pueblos como Appaloosa.


CALIFICACIÓN: MALA





domingo, 18 de enero de 2009

¿La olvidará el tiempo?

El Curioso Caso de Benjamin Button (The Curious Case of Benjamin Button) dirigida por David Fincher (Seven, El Club de la Pelea, Alien 3) es una de la primeras grandes producciones que llega a México este 2009 y sale bien librada, sin embargo, queda la sensación que pudo ser una joya y simplemente se quedó en el intento.
El principal acierto en la historia es retratar la brevedad del tiempo, lo rápido que la vida vuela sin importar hacia dónde corran las manecillas del reloj. El filme también está cargado de varios simbolismos como un colibrí representando el infinito que le agregan diversas lecturas, logrando conmover por varios momentos, sobre todo a las personas de mayor edad que pueden verse más reflejadas al saber lo que significa el peso de toda una vida, los pocos años que quedan por vivir, el dolor de envejecer, sentir que la muerte se acerca y no hay forma de esconderse de su visión cazadora.
Visualmente Fincher no tiene fallas, sigue siendo espléndido en ese sentido, cada una de las épocas vividas por Button, desde 1920 hasta aproximadamente el año 2000, son retratadas fielmente. El director muestra a la cinta como si estuviera quemada o maltratada en las partes iniciales para darle ese toque antiguo y hacernos sentir que en realidad estamos viendo un filme por el que ha pasado el tiempo. En cuanto a dirección de arte y maquillaje esta cinta podría ser premiada en los Óscares, ya que no hay fallas en cuanto a la ambientación de las épocas y en el crecimiento hacia la juventud de Button, de hecho, ya ha recibido nominaciones de este tipo en premios como los BAFTA.
A pesar de sus más de dos horas y media El Curioso... no se siente tan pesado, aunque hay momentos que quizás están de más a falta de otros detalles de la vida de Benjamin en los que hizo falta profundizar.
Considero que la edad adulta de Button y sobre todo su etapa de vejez (es decir cuando físicamente es joven) es abordaba de una forma muy rápida, lo que impide al espectador descubrir cómo se enfrenta Benjamin a sus años finales, cómo un joven convive con una mente vieja y la experiencia que puede mostrar a pesar de parecer un joven por el exterior, la cinta al enfocarse más en la historia de amor del personaje descuida por momentos los dilemas de Button en su viaje hacia la juventud.
Más allá de que le sigamos el juego al filme y aceptemos lo que nos plantea, en su propia realidad la historia tiene algunas fallas, ya que, por ejemplo, en la vejez física de Button lo muestra con el deseo sexual de un joven pero con la capacidad física también de un adolescente, situación simplemente imposible. Aunado a esto, el crecimiento o rejuvenecimiento de Button se refleja más en lo físico que en lo mental o espiritual, la actuación de Brad Pitt es buena hasta que pierde el maquillaje, posteriormente su mirada por sí sola es incapaz de mostrarnos las emociones del personaje, el Button de cincuenta años es igual al de veinte, Benjamin parece sufrir sólo cambios en su cuerpo. Fincher confía mucho en lo que puede darle su actor fetiche (más allá de la perfección física), sin embargo considero que otro actor hubiera llevado más lejos los alcances de este personaje del cual necesitábamos conocer sus emociones a tope, al ser éste el mayor representante de lo que significa el paso de la vida. En lo que corresponde a la actuación de Cate Blanchett como Daisy, esa chica de la que Benjamin estuvo enamorado toda su vida, la actriz australiana luce sobreactuada y mostrando su aire de diva, por lo que llega a ser cansada su presencia en la pantalla a cualquier edad, con o sin maquillaje.
El Club de la Pelea es donde Fincher nos ha mostrado hasta el momento en qué tipo de cintas se lo ve más cómodo, el director se desenvuelve mejor en historias con dinamismo y una mayor carga lúdica y sorpresiva, con cabida para un lenguaje visual más arriesgado, sin embargo, El Curioso... no es un paso más en la carrera de Fincher, ya que es un filme sólido, con fallas pero que no desentona en lo general, una obra que con un poco más de profundidad, menos romance que opacara los demás alcances temáticos de la historia y otros actores principales hubiera sido una joya que no se la hubiera llevado el tiempo.



CALIFICACIÓN: BUENA

miércoles, 14 de enero de 2009

La máscara del llanto

El dolor ajeno no siempre merecerá nuestra compasión, mucho menos cuando éste es falso y sirve para manipular a aquellos que nos rodean, en estos casos, la tragedia de los demás puede llegar incluso a ser repugnante. Esta es una de las ideas principales planteadas por El arte de llorar en coro (Kunsten at graede i kor), cinta danesa con la que debuta Peter Schonau Fog en la dirección.
El filme narra la vida de una familia encargada de atender una tienda de abarrotes en Jutlandia. La trama se centra en el personaje interpretado por Jesper Asholt, padre de tres hijos y casado con una mujer con la que se relaciona de manera fría y distante. El padre padece de continuas depresiones por esos golpes de realidad que da la vida y sólo se siente bien cuando hace llorar a los demás, sin embargo a pesar de que la historia del padre es la más fuerte y sobre la que giran las demás, es a través de la visión de Allan, el hijo más pequeño, que nos adentramos en esta familia que poco a poco nos va mostrando sus secretos.
Allan lo único que desea es ayudar a su padre y que éste abandone las depresiones, es capaz de hacer cualquier cosa por lograrlo, ya que para él sus acciones no tienen ninguna otra intención más que beneficiar a su papá, quien se aprovecha de su estado de ánimo para abusar sexualmente de sus hijos, quienes deben "consolarlo" para que éste deje de llorar.
El mayor acierto del filme, es tocar el tema del abuso sexual infantil y de mostrar a este padre represor bajo la mirada de la ingenuidad de Allan, de esta forma más que mostrarnos a un padre convertido en monstruo, nos presenta a una persona enferma, manipuladora y confundida, alguien que quizás pueda ganarse una pizca de compasión.
El humor negro manejado en el filme es delicioso, la película tiene escenas en donde el público ríe a pesar de estar viendo momentos tan solemnes como un funeral, la muerte no se nos presenta como algo trágico, al contrario, se nos muestra como algo capaz de dar alegría a aquellos que necesitan del dolor para estar vivos.
Las actuaciones son frescas y lucen naturales sin caer en los estereotipos, cada uno de los personajes convence y nos involucra en esta familia disfuncional y sometida por los caprichos de un ser enfermo.
El arte de llorar en coro es otra gran obra que nos llega de Dinamarca, si Thomas Vinterberg logró hacerse de un nombre por La Celebración (Festen) en 1998, (película que también abordaba el tema del abuso sexual por parte de los padres), Peter Schonau Fog da un primer paso muy sólido con su debut cinematográfico. Ambos filmes no se pueden comparar ya que el primero es más crudo y El arte... opta por los caminos de esa ingenuidad ciega que no ve a esos "monstruos" que se ocultan en los seres queridos.
Cuando observamos lágrimas en alguien, sin duda las nuestras tienden a salir inmediante, a solidarizarse con aquél que transforma su sufrimiento en líquido, sin embargo El arte nos enseña que en ocasiones es mejor dejar que algunas personas se hundan en su llanto falso, en esa debilidad ficticia que sólo sirve para lastimar a los demás, es mejor dejarlos abandonados tras sus máscaras que buscan dar lástima, este filme nos muestra con maestría que hay que saber guardar las lágrimas para esos momentos donde la vida realmente nos dé un golpe, no una suave cachetada. Llorar es un arte libre que nadie debe controlar.


CALIFICACIÓN: MUY BUENA




martes, 6 de enero de 2009

Destino y globalización

Una prostituta turca amenazada por ejercer su profesión en Alemania, un anciano de la misma nacionalidad que tras varios encuentros con esta mujer le pide que viva con ella para exigirle exclusividad sexual son los ingredientes con los que comienza esta receta con sabor a destino y tragedia llamada A la orilla del cielo (Auf der anderen Seite), filme producido por Alemania y Turquía y dirigida por Fatih Akin.
Los otros dos ingredientes que se suman a esta pieza son los hijos de ambos personajes señalados anteriormente, la hija de la prostituta, una activista turca que exige en su país se respete la libertad de expresión, el derecho a la educación a todos los habitantes así como el respeto a las mujeres. El elemento final y que servirá de enlace entre ambas naciones es el hijo del anciano, un profesor de origen turco que trabaja en una universidad en Alemania.
A la orilla del cielo es una historia trágica de desencuentros, un mar poco tranquilo que trata de reflejar los problemas de la cultura turca, sus costumbres machistas y alejadas del mundo moderno y que a pesar de estar cerca de unirse a la Comunidad Europea y a este mundo globalizado siguen siendo parte de una cultura cerrada que tiene pocos elementos en común con los países occidentales a los que se han ido integrando.
El acierto del filme es no caer totalmente en el discurso político, prefiere mostrar los problemas de la globalización, la pobreza, la falta de libertad a través de sus personajes, los seres que transitan en la historia son un reflejo de esos paisajes de injusticia que ha pintado el mundo moderno a través de sus sistemas económicos.
El filme también enfatiza en las relaciones entre padres e hijos, los desencuentros que no permiten volver a verse para empezar de nuevo, el destino que se empeña a darle una mano a la tragedia, o quizás el mundo de hoy le permite a esta última armas para llevar la delantera.
En cuestiones cinematográficas, el filme cumple con actuaciones convincentes, un guión sencillo sin fallas y sin demasiadas pretensiones más que retratar una historia en donde el destino es el principal manipulador de los hechos. Aunque no hay muchos escenarios, los paisajes turcos y alemanes sirven para darnos cuenta de la diferencia de culturas y la cámara es sólo un testigo que nos permite acompañar a los personajes en sus recorridos.
Finalmente, aunque el filme es más desalentador que esperanzador, deja la sensación de que la lucha en el mundo actual es más por sobrevivir que por intentar cambiar el mundo o los gobiernos, que la verdadera pelea debe darse en cada individuo por tratar de modificarse a sí mismo, en el perdón, en darle menos espacios a esa tragedia para que se globalice, la revolución quizás está en saber comunicarse con cualquier persona aunque no conozcamos los idiomas, darle un espacio a la compasión, en poder entendernos como humanos sin costumbres, sin religiones, sin importar la cantidad de euros o dólares en el bolsillo, descubrir que sólo somos personas que intentan encontrar sonrisas a la hora de volver a casa, en la arena, en un mar infinito que no nos da respuestas.


CALIFICACIÓN: BUENA