viernes, 3 de julio de 2009

Música conciliadora

Eran Kolirin debuta en la pantalla grande como escritor y director con La Visita de la Banda (Bikur Ha-Tizmoret), un filme del 2007 que se estrena este año en México. La cinta resulta tan entretenida como conmovedora y seria, una combinación deliciosa que pocas veces se logra en el cine actual.
La trama es muy sencilla, una banda de música clásica, pertenenciente a la fuerza policíaca de Alejandría, llega a Israel al ser invitados para la inauguración de un centro cultural árabe en este país, sin embargo, al arribar descubren que no están en la ciudad correcta, están perdidos y es ahí donde inician sus dificultades culturales para comunicarse y desenvolverse en un terreno que aparentemente no los ve con buenos ojos.
La película tiene varios logros, el primero de ellos es que la comicidad que alcanza es en base a gestos, a situaciones cotidianas, a las expresiones contenidas de los integrantes de la banda egipcia y las reacciones de los israelís que deciden ayudarlos, la confrontación de personajes tan disímiles provoca por momentos carcajadas. A pesar de las diferencias al mismo tiempo se encuentran grandes semejanzas en los sentimientos humanos de los grupos, ya que las emociones no son exclusivas de ninguna zona, el dolor y el amor atacan a cualquiera por igual sin importar la cultura o la religión. La película se hace poética, contenida, alegre, vive en la pasividad, en cada emoción reprimida.
A pesar de que no abundan los diálogos y el filme prefiere navegar acompañado del silencio, cuando los personajes hablan lo hacen para decir algo importante, para narrar historias que los han marcado o que los afectan en el presente, dialogan para expresar todo aquello que la música quizás no pueda o sea demasiado doloroso como para dejarlo encerrado en el corazón.
La soledad en cada uno de los miembros de la banda es evidente, sobre todo en el coronel Tawfiq, líder de los músicos, quien carga con una tragedia familiar en los hombros, un personaje entrañable debido a que se asemeja a un caracol metido en su concha y conforme avance la cinta lo veremos asomar la cabeza, atreverse a la valentía, dejar el pasado atrás, incluso conocer el amor y cargar un poco de esperanza hacia el futuro, y todo esto gracias a la relación que establecen con tres israelís que deciden alojarlos en sus hogares debido a la falta de hoteles en la ciudad donde han quedado varados. Dina, una de las pocas mujeres en la cinta, pasará una noche inolvidable junto a Tawfiq, unas cuantas horas que podrán cambiar la vida de ambos.
El tiempo en el que se mueven los personajes no es más que un día, un momento, las horas que esta banda estuvo perdida en algún lugar de Israel, sin embargo es maravilloso todo lo que puede ocurrir cuando la soledad obliga a confrontarse con los sentimientos.
Pero quizás lo más importante de este filme es su bandera conciliadora entre árabes y judíos. Durante los noventa minutos de su duración, no hace más que mostrarnos que a pesar de las diferencias hay muchas más similitudes, el ser humano se ve envuelto en los mismos padeceres, es capaz de disfrutar del mismo arte, apreciar la cultura del supuesto enemigo, se agradece que el guión y esta historia sean capaces de mostrarnos sólo como humanos, alejados de cualquier discurso que pueda separarnos, y lo más valioso es que la cinta logra este mensaje sin ser obvia, lo hace con sutilezas, mostrando sólo la capacidad que tienen los humanos para convivir cuando lo único que importa es ayudar al prójimo. La película es refrescante y un baño de verdadera esperanza, no esa que sólo es una ilusión, falsa, sino aquella que permite darle el beneficio de la duda a nuestra raza.
En lo que respecta a las actuaciones tanto Sasson Gabai (Tawfiq) y Ronit Elkabetz (Dina) llevan el peso de la cinta, sin embargo todos los miembros de la banda así como los otros israelís logran crear personajes divertidos, memorables y lo más importante: en ellos abunda la naturalidad.
En lo que respecta a la parte visual, más que mostrar novedades es efectiva al interesarse por plasmar la desolación de algunos lugares de Israel, esos sitios donde la soledad abunda y el tiempo camina muy lento. Los detalles de los rostros y grandes silencios permiten apreciar cada gesto, ya que son tan importantes como las palabras en esta cinta.
Finalmente es gratificante poderse encontrar con estas pequeñas joyas del cine israelí que cada día confirma la calidad de sus producciones contemporáneas, poniendo el acento en historias que conmuevan. Es totalmente cierto lo que dice Eran Kolirin de su cinta: "Siempre me ha fascinado la música árabe. Por esa forma tan solemne y estricta que los cantantes tienen de interpretar canciones que, por otra parte, son trágicas y melodramáticas. En ese sentido, funciona de forma opuesta al rock, donde las letras no dicen nada pero son interpretadas con teatralidad. Quise que la película funcionara como una canción árabe, que en términos de lenguaje fuera contenida, pero que, a la vez, se sintiera la presencia de un melodrama que trata de aflorar.". Su filme es contenido, bello, pero quizás no tan melodramático, la comedia, y la carga de esperanza la hacen disfrutable y dejan un poco olvidado al sufrimiento, lo cual en cintas de este tipo se agradece, un aplauso a Kolirin y a su canto en celuloide.
CALIFICACIÓN: EXCELENTE

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