miércoles, 11 de marzo de 2009

Salir del clóset

Gus Van Sant, un director de amplia trayectoria, reconocido por películas como Elefante, Mente Indomable, Paranoid Park o el remake de Psicosis, presenta en su más reciente filme parte de la vida de Harvey Milk, el primer hombre abiertamente gay que fue elegido a un cargo público en los Estados Unidos.
La historia narra desde que el político decide mudarse de Nueva York a San Francisco en 1972 y toda su carrera como activista gay hasta llegar a ser supervisor en 1977, en donde promovió y logró establecer leyes que respetaran los derechos de los homosexuales.
La cinta transita por terrenos seguros, Van Sant no corre grandes riesgos en cuanto al estilo narrativo, se encarga de retratar la vida de Milk en retrospectiva, ya que el político recuerda su trayectoria frente a una grabadora debido a que sabe que su vida corre peligro y que puede ser asesinado, como ocurriría unos días después.
Leyendo la biografía de Harvey Milk, el director no hizo más que apegarse a los hechos, a los documentos tanto escritos como visuales, por momentos imágenes de archivo aparecen en la cinta para darle un toque más realista. Van Sant coloca a su cámara cerca de los rostros, una cámara en movimiento, inquieta, que está adentro de los mitines, de las marchas, se interna en la lucha de Milk y busca con esto que la ficción se evapore, que nos parezca estar observando un documental.
No hay duda que lo mejor del filme es la actuación de Sean Penn, ya que al interpretar a homosexuales se corre el riesgo de ridiculizarlos o sobreactuar, sin embargo, Penn nunca pierde la sutileza, nunca confunde la sensibilidad de su personaje con movimientos exagerados, su rostro nos revela a una persona homosexual pero al mismo tiempo a un luchador social, a alguien apasionado por lograr justicia, sin duda es una de sus mejores actuaciones. Hablando de este tema, James Franco también debe llevarse las palmas al interpretar a Scott Smith, la pareja más importante de Milk a lo largo de su vida, un hombre veinte años menor que él pero que supo acompañarlo en su camino hacia el triunfo, primero como amante y luego como amigo. La relación que se establece entre ambos es tierna, dulce y Van Sant logra reflejar el amor en pantalla, más allá del sexo de los involucrados.
Otro punto importante del filme es que sirve para mostrar a la sociedad de los años setenta en Estados Unidos, llena de personajes y políticos conservadores que veían en los homosexuales a pervertidos, a enfermos mentales que había que curar y que no tenían los mismos derechos. La película es apasionada y sensible, refleja claramente la lucha para ganar espacios por parte de los gays, la necesidad de mostrarle al mundo que la sexualidad de cada persona es libre y el amor no tiene porqué limitarse a lo que dice la Biblia.
Si el filme no alcanza a ser una gran obra es quizás porque por momentos resulta un poco lenta y repetitiva, sin embargo Van Sant logra obtener todo lo que se puede de esta biografía y emociona al mostrarnos no sólo a un luchador, sino a un personaje sensible, afecto a la ópera y que también tenía ese vicio humano de dejarse envolver por el poder, de verse absorbido por su sueño logrado, de transformarse de un simple luchador a un "homosexual con poder". Milk era simplemente una historia que tenía que contarse fielmente, un retrato de una época que nos hace cuestionarnos si realmente la aceptación para los homosexuales ha llegado cuando aún los seguimos señalando con miradas en las calles, cuando se cuestiona la sexualidad de sus artistas, cuando muchos padres siente miedo al pensar que su hijo pueda ser homosexual. Aún muchas personas tienen que esconderse porque la sociedad juzga y sigue decretando lo que está bien o mal, sociedad enferma de religión que establece juicios en base al pecado escrito en un libro viejo. Aún estamos a años luz de que el homosexualismo se llegue a ver como algo normal, aún siguen siendo insultados en nuestras sociedades machistas, falta mucho camino, muchas leyes que algún día les permitan casarse o adoptar a un niño en cualquier parte del mundo, es por eso que un filme como Milk sigue siendo actual y debe penetrar en las consciencias.
Van Sant logró llevar a buen puerto la vida de un político que se convirtió en mártir, en ícono, en un símbolo de lucha, su muerte recuerda lo cerrada que puede llegar a ser la mente del hombre, la intolerancia que nace en la imposición de lo bueno o lo malo.
Como filme el director nos deja casi un documental sobre los años del político, una película que en su simpleza logra trasnmitir el mensaje pretendido, los gays deben salir del clóset y la sociedad debe entender que el amor tiene mil caras y que un ser humano nunca se definirá por lo que haga en la cama.



CALIFICACIÓN: BUENA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario