lunes, 2 de marzo de 2009

La elegancia de dudar

Tras casi veinte años sin colocarse en el puesto de director, cuando estuvo a cargo de Joe Contra El Volcán (primera película en donde actuaron juntos Meg Ryan y Tom Hanks), el escritor John Patrick Shanley se puso atrás de las cámaras para dirigir en 2008 La Duda (Doubt), obra que también escribió y que supo llevar con grandes aciertos a la pantalla grande.
La trama se desarrolla en los años sesenta, tras la muerte del presidente John F. Kennedy, un momento desesperanzador para los Estados Unidos. La historia nos introduce a una escuela católica en donde la hermana Aloysius Beauvier (Meryl Streep) , directora del plantel, sospecha del padre Brendan Flynn (Philip Seymour Hoffman), quien al parecer abusó del único niño afromericano de la institución. El principal acierto de la película es la elegancia con la que es manejado el tema del posible abuso sexual, el acto de instalar a la duda como principal factor hace a esta cinta un filme que sólo nos acerca como observadores, como testigos, capaces de interpretar la culpabilidad o no del padre Flynn. En el guión nunca hay momentos en donde se pretenda juzgar, la falta de certezas, de pruebas, hace que sólo ciertos guiños o actitudes nos permitan emitir un juicio que tal vez pueda ser erróneo. El no tomar una postura, el no entregarnos culpables a los que haya que juzgar, hacen que este filme se vuelva un rompecabezas con una pieza faltante que se encuentra en manos del espectador, la culpabalidad o la inocencia se interpretará dependiendo incluso de la moral de cada persona que se acerque a esta película.
Más allá de culpar, el guión nos entrega grandes diálogos en los que se pone en balanza lo correcto o incorrecto. Una escena memorable, es aquella en donde el personaje interpretado por Streep, habla con la madre del niño en cuestión. Aquí hay varias frases que quedan en la memoria, ya que la reación de la madre (interpetada por una espléndida Viola Davis) no es la que cualquiera esperaría, seguramente una escena que podrá estar entre las mejores del 2009.
A la elegancia de la trama se unen varios símbolos utilizados por Shanley, como plumas de un almohadón en el viento para representar a los rumores, las hojas del otoño que se asemejan a un mundo que está despareciendo, que todo se va, un mundo cambiante para aquellos que aman la tradición como la hermana Beauvier, en este tipo de elementos se nota su mano de escritor, el valor que le da a la poesía de las imágenes para no dejarlas atrapadas en el texto y también llevarlas a la pantalla, quizás otro director alejado de la obra hubiera obviado estos detalles que hacen de este filme un lugar lleno de imágenes refinadas.
La actuación es otro punto a destacar del filme, tanto Streep como Hoffman lucen geniales. Ella interpetando a una monja amante de las tradiciones, de la disciplina, estricta, y que un comienzo el espectador comienza a odiar por su trato a los jóvenes, sin embargo poco a poco su personaje se transforma. En busca de la verdad y sin más pruebas que su capacidad de observación y de conocer a las personas, la hermana irá hasta el final con tal de comprobar que el padre Flynn abusó del niño. El rostró de Streep, sus gestos, cada mueca, cada entonación son una clase, dan ganas de aplaudirle al final de la cinta. Por su parte, Hoffman interpeta a un sacerdote que al parecer sólo quiere ayudar, dar esperanzas a su congregación, apoyar a los jóvenes, darle amor a un niño que está en un lugar extraño. Su actuación es perfecta, ya que es capaz de convercernos de su inocencia, como al mismo tiempo dejar escapar a través de su rostro señales que nos hacen dudar, gestos que huelen a culpa. Como apoyo, Amy Adams interpretando a una monja joven y Viola Davis como madre del niño son un soporte muy fuerte del filme, pocas veces logra verse en el cine un nivel de actuación tan elevado, la Academia fue coherente al nominarlos a los cuatro, sin embargo, es increíble que no haya estado entre las cinco mejores películas, quizás su incorreción al cuestionar no sólo la iglesia, incluso la fe, la alejen de la esperanza mostrada en Qusiera Ser Millonario.
Para finalizar, Shanley debe estar contento con su resultado y quizás atreverse a estar más seguido en el papel de director, ya que logró un filme sutil y a la vez crítico, una cinta que cimbra sin juzgar, que nos hace ver que la simple duda es capaz de ser el mayor cuestionamiento hacia una Iglesia estricta e hipócrita; con pocos hechos, Shanley nos muestra que incluso sacerdotes y monjas son capaces de dudar pero no sólo de si alguien es culpable, ellos mismos se cuestionan esa fe en Dios que parece no darles muchas certezas.



CALIFICACIÓN: EXCELENTE





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